domingo, 1 de enero de 2012

En la Fiesta de María, Theotokos

Θεοτόκος του Βλαντιμίρ
Escribir sobre Dios es tan peligroso como escribir sobre uno mismo: uno no sólo exagera, sino que generalmente -sino siempre - se equivoca. Lo divino traducido en palabras se pierde y se hace poca cosa, se hace tan esquivo como el primer amor. Si uno quiere que salgan rosas, salen sí, pero marchitas, y la piel se agrieta en la medida en que lo divino se va pareciendo más a uno mismo. En realidad, hablar de cosas espirituales no es un buen camino para hablar, pues uno termina hablando de uno mismo, de lo que debería, soñaría, desearía ser uno mismo.
Y sin embargo, Dios está en uno mismo. El ser, la misteriosa forma que tiene la verdad última de la vida, reposa en la también  misteriosa realidad que uno mismo es. Pero, no se llega a esta verdad sino se ha sufrido. No puedo transmitir con palabras la experiencia del encuentro con Dios. Ni si quiera, se puede hablar, por ahora, de un encuentro con Dios. Me temo que es algo de lo que no se puede hablar. Sólo se puede ser. Y ahí donde se es, las palabras están sobrando.

Alguna vez me interese por San Luis María de Monfort, y busqué el secreto de María en uno de sus libros. Pues, había un secreto finalmente. No puede haber revelación si no hay secreto. Y él mismo decía: no hablen de esto, no digan de aquello, ¿de qué? que los ciegos ven, que los paralíticos caminan, que hasta los muertos resucitan. Y bueno, si hablaba en parábolas tenía las cosas claras: no todos entienden las cosas de Dios. Y hasta se alegra una vez cuando agradece al padre porque revelo el secreto a los "pequeños". Y yo pongo las comillas, pero, quizás son innecesarias. La verdad es que el reino de los cielos es de los niños, sin comillas.
Pero nos hemos hecho adultos, y cuando pasa un año, uno ha ido ganando cosas, diversas, de las mejores sin duda los amigos y el amor, pero inevitablemente va perdiendo la ingenuidad, va perdiendo la inocencia del niño que fue, y aunque los adultos son los responsables de esta pérdida, uno se va haciendo adulto, tan adulto como aquellos que nos provocaron la desconfianza y el miedo.
No quiero decir que uno debe recuperar al niño que fue, al niño que tiene adentro y todas esas cosas medio ridículas que alguna vez escuche, pues, a mi  me parece que no hay nada adentro, solo Dios, ningún niño, y lo pasado está pasado: no se puede tener otra vez 9 años. Y, por el contrario, se me hace que mucha gente que termina haciéndose daño, y de paso, dañando a los demás, tiene un problema con el tiempo: ya debería actuar como un hombre de 51 y sin embargo sigue respondiendo con los sentimientos adolescentes de los 15. Los he visto. Suelen esperar cosas como el reconocimiento para estar felices, se sienten inseguros porque piensan que no son suficientemente amados y quieren más, quieren el control cuando ya sabemos que el control es una quimera, apenas puedo controlar mis zapatos. Pero estos "inmaduros" quieren controlar a las personas, y chantajean, y corrompen y entonces, se convierten en artífices del sufrimiento, para el que no tienen rostro - pues lo evitan a toda costa - y hacen sufrir y sufren de lo que no tienen por qué sufrir.
Es otro ese niño que se ha perdido. El niño es Otro, distinto de uno. María es una pista para recuperarlo. Quién mejor que ella. A ella también se le perdió una vez. ¿Cómo no pudo darse cuenta, ni ella ni José, que había dejado al niño atrás? Pero volvió sobre sus pasos, y lo encontró, y esta escena es igualmente misteriosa: el pequeño estaba enseñando a los maestros, nada menos que en el templo.
Volver sobre los pasos, y encontrar al niño en uno mismo. Y es que nunca como antes se me hace tan clara la imagen de nuestro ser como un templo. Pero en el templo que somos hay muchas voces. Están esas voces de los viejos que ponen trabas, que crean culpa, que ordenan y cargan cadenas, pero también esta la voz de ese niño. Está. Pero, tendríamos que ser capaces de volver sobre los pasos, y solos es difícil. Mejor es con María.
El secreto de María es, también, que ella es la mejor prueba de que es posible acoger al niño en nuestras vidas. Tenerlo, cuidarlo, recuperarlo y caminar con èl, hasta ser como él. Pero, el secreto de María también es que para que aquella maravilla sea posible, y estas cosas dejen de ser palabras raras y hasta vanas, es preciso decir "Sí". María dijo: "Hágase en mí, según tu palabra". Pues, este reconocimiento de que nada queremos oponer a la voluntad y gracia de Dios, es el comienzo del camino.
Hay un niño en tí, pero no eres tu. Esta navidad, nos recuerda a ese niño. Este tiempo de gracia, puede ser un tiempo especial para quien quiera recordar que María es su madre, pero esta invitado a recodar con María que hay un niño que olvidó y encontró enseñando en el templo.

1 comentario:

Aldair dijo...

El Fiat de María: Hágase.
María es el camino para llegar a Jesús, para llegar al niño.