La
comprensión de la política puede no tener en consideración los criterios éticos
que alguna vez se pensaron inalienables del quehacer político. Hoy no es de
suyo evidente que ética y política mantengan una relación consubstancial. Pero
hay una insistencia sobre su conexión. Una insistencia que se entiende como una
demanda de “más ética en la política”.
A
qué viene el estado de cosas en que tal demanda se ha extendido hacia otras
áreas de la praxis humana como la economía, las ciencias o el arte. Quizás se
esté pensando en la ética como en un dispositivo que haría más puras a las
ciencias, más benignas, menos agresivas
y dañinas. De modo que hasta sería útil tal dispositivo. Y si decimos
que “hasta sería útil” es porque parecería que bajo esta comprensión de la
ética y de las ciencias, estas últimas se las arreglarían bien con o sin ética.
¿Cómo
se ha pensado la política como para que la ética parezca una suerte de
apéndice, a veces innecesario? ¿Desde cuándo la política tiene poco o nada que
ver con la ética? ¿Es justificable este modo de proceder toda vez que se hace
patente la demanda de ética para la política? ¿Qué se demanda cuándo se demanda
ética? El modo político de proceder en el presente, ¿es tal que carece de ética
de modo absoluto?